
Esta semana pasé a vueltas con viajes a Brasilia. Me dijeron que mi jubilación estaba aprobada, pero que tenía que esperar hasta que empezasen a pagar mi salario de jubilado… Ahora estoy quedando de nuevo pesimista… Apareció en mi cabeza la idea de La Cruz de Bargagain con nieve, como mi lugar de llevar a cabo mi experimento de “casi-muerte”… Así sería prácticamente igual al caso de La Chica de la Nieve que ya relaté en otro lugar
Incluso, aquél lugar de mi tierra donde pasé mi infancia y juventud, tiene profundo significado para mí, debido a “vivencias especiales” que tuve por allí.
1 – Antes de la instalación de la cruz, cuando yo tenía 15 años aproximadamente, subí allí encima solo, sin decir a nadie donde estaba yendo, sin conocer el camino y con nieve. Aquella fue mi primera aventura, en la que “casi me mato” (mas tarde tuve otras parecidas, generalmente ocurridas por los montes, pero también ocurridas en cavernas y en la mina).
Yo sabía por relatos, que solo existe un lugar de acceso a la cumbre, para superar un extenso paredón que existe cerca ya de la misma. Cuando llegué al tal paredón, empecé a buscar tal acceso, pero yo no lo encontraba, y como había salido muy tarde del valle y la noche se avecinaba, decidí escalar el paredón por una grieta cubierta de hielo, resbaladiza con apoyos precarios, y utilizando manos, pies, y espaldas para apoyarme en la escalada: ¡Una verdadera locura!...
Solo algunos años más tarde, y después de la cruz instalada en el lugar, conocí el “pasaje”.
Fue un “impulso loco”, que no sé de donde surgió dentro de mí, que me empujó montaña arriba. Sentí también algo así como “una mano invisible y poderosa” que me protegió y me ayudó a salir vivo del desafío (posteriormente ya sentí la presencia de esa “mano poderosa” me protegiendo en mis impulsos aventureros).
2 – Yo participé de la construcción de la cruz, pues trabajaba por aquéllos tiempos en la fundición donde fue hecha, como ayudante de los dos moldeadores que fueron encargados de hacer los moldes de la misma (Santiago Goicoechea y Casto Azcárate era el nombre de esos dos moldeadores).
3 – Incluso, en caso de no salir vivo de este “nuevo desafío” que me propongo a enfrentar, quedarían mis huesos en Alsasua, donde descansan los restos mortales de mis familiares, volviendo así al punto de partida, después de esta peregrinación que es mi vida, donde ya dí la vuelta completa al mundo y todavía más un pedazo.
4 – Un detalle más: cuando completé aquello que yo llamo mi Vuelta al Mundo en 30 años (salida de Madrid en 1968 y retorno en 1996, con escalas y permanencias de diferentes duraciones en Río Janeiro/Brasil, Los Angeles, Tokio/Japón, Moscú) y enseguida que pisé de nuevo en suelo español después de casi treinta años, mi cuñada Mari Cruz me preguntó lo que más me gustaría de hacer en aquellos breves días que yo pasaría en España… Rápido apareció en mi cabeza la respuesta: -¡Subir a la Cruz! Ella se mostró muy sorprendida con mi inesperada respuesta y dijo que jamás podría imaginar algo así…
Y realmente es lo que hice, en Junio de 1996, en un día lluvioso y nublado cuando subí por enésima vez a aquél lugar, que marca el punto culminante del municipio de Alsasua.
Es un refuerzo significativo más, para justificar haber escogido ese lugar para efectuar aquello que podrá significar el “desafío final” de mi vida.
5 – Una de las cosas que más me gustaron siempre, es ver las cosas de las alturas: del punto más alto de un árbol cuando yo era chiquillo y de la cumbre de una montaña en mi vida de adulto (en la mayor de mis escaladas hasta el día de hoy, al Monte Fujiyama en Japón, solo ví nubes por debajo de mí, pero así mismo un bello espectáculo de se ver.
Si yo morir allí, debajo de La Cruz, aunque no vea nada como la última vez que allí subí, por lo menos estaré muriendo en un lugar adecuado a mi índole mas íntima, esta que me lleva a buscar lugares altos y solitarios (si fuese marinero de un navío pirata, escogería ser vigía, siempre a puestos en la cofa del mástil y solo).
Incluso, en la contraparte psicológica, en lo que se refiere a actitudes ante el mundo, también me inclino a adoptar esa posición más elevada y distante de observación; me cuesta envolverme con tramas localizadas de las escenas que presencio; tengo la tendencia a adoptar una posición distante, no-intervencionista, de mero espectador. Aparto los ojos de lo “particular” para tener una visión mejor de lo “general”, de las “tramas mayores” del destino: intento visualizar La Mano Poderosa por detrás de la urdidura de la Trama de la Vida.
En lo que se refiere a la elección de un lugar y momento para hacer un experimento de “casi-muerte”, esto, a pesar de poder parecer un suicidio, en realidad tiene un significado diferente de aquél que caracteriza un suicidio propiamente dicho, este que es normalmente practicado por alguien que no aguanta más los desafíos, obstáculos y dolores de la vida.
Otro absurdo que veo en lo que se refiere al asunto muerte, son ciertas prácticas y hábitos tenidos como correctos y normales por nuestra sociedad: Con el pretexto de que somos “a favor de la vida” prolongamos la agonía y dolores de moribundos, estos que muchas veces parecen hasta estar “oyendo la llamada del Padre del Cielo para que vuelvan a Su Seno”…
Esa es una posición cuestionable. Ya me omití en relación a moribundos, principalmente en relación a mi abuelo, al cual oí pedir que lo llevásemos debajo de un árbol (creo que él tenía conciencia de que estaba muriendo, pero no lo sé con certidumbre, pues no se lo pregunté)… Tal vez, quien sabe, yo soy más feliz que mi abuelo en la hora de la muerte, y consigo tener una muerte que a él le gustaría haber tenido a través de la colaboración de aquellos que estábamos presentes en la hora de su muerte… ¡Hum, con el relato de esa vivencia, estoy empezando a pensar que sería conveniente organizar mejor mi hora final, para no tener que esperar ayudas de los otros de última hora!...
El propio San Juan de la Cruz, decía en un pasaje de sus libros, que no debemos corre atrás de “médicos de la Tierra” para prolongar nuestras vidas, principalmente se estamos sintiendo “que nada nos resta a hacer de edificante y benéfico en este mundo”.
No veo sentido en mantener a toda costa a alguien de este lado de la Vida, principalmente si presentimos que el moribundo puede estar oyendo la Voz de Dios llamándolo de vuelta a Sus Brazos…
El Homo Egoicus vive aterrorizado con la idea de enfrentar el momento de su fin. Falta a él la visión crística y unificadora reflejada en la frase de Jesús: El Padre y Yo somos Uno…
En fin, estoy viendo que La Cruz de Bargagain, podría ser un lugar adecuado para mí, no solo para realizar una vivencia de “casi muerte” planeada, si no también como punto final de La Jornada de mi vida…
25 / I / 1998. Alto Paraíso.