
El Nuevo Hombre existe en estado latente dentro del “viejo hombre”, este que puebla (y corrompe) el Planeta Tierra.
El Nuevo Hombre es el Fruto Mayor de la Vida, que el “viejo hombre” encierra dentro de sí mismo… Este no deja florecer aquél, que se pudre sin dar fruto…
Las leyendas de los Budas, Cristos, son los rastros que dejaron grandes hombres que se desnudaron de los “trapos viejos” que el “viejo hombre” viste y dejaron a vista el Ser Reluciente que estaba cubierto por los farrapos.
La muerte es un “fenómeno terrible”, pero la “muerte” del “viejo hombre”, es una necesidad si queremos ver el Nuevo Hombre nacer. Esa transmutación es simbolizada por la muerte de la simiente, lo que permite el aparecimiento de Nuevas Formas de Vida.
Esa “muerte del hombre viejo”, ya fue llamada por San Juan de la Cruz Noche Oscura del Alma, y genéricamente de El Sacrificio… Sacrificio de lo “menor” a lo Mayor, del “hombre ególatra” al Divino Unificador.
La forma más radical de Sacrificio de que tengo noticia, es el de una joven, que angustiada por la duda sobre la existencia o inexistencia de Dios, se acostó en la nieve dispuesta a morir congelada si Dios no le manifestase su existencia:
Cuando yo era muy joven, me sentía muy infeliz por haber nacido en este mundo. Yo oía siempre a mi padre discutir con sus amigos diciendo que Dios no existe. Eso ocurría por las noches, cuando yo ya estaba en la cama. Las discusiones ocurrían en tono cada vez más alto y acalorado.
Yo tenía unos dieciséis años aproximadamente, cuando una noche decidí poner fin a mi vida insoportable. Salí de casa usando apenas una combinación y me acosté en la nieve. El frío era de dejarte congelado. Yo dije para mí misma: -¡Voy a morir esta noche si no recibir alguna prueba de la existencia de Dios!... Luego enseguida ocurrió algo que cambió mi vida hasta hoy: ¡En medio de aquella oscuridad, todo se iluminó!... Las estrellas parecían mayores que lo usual. Ví cadenas corriendo entre las estrellas y planetas; cadenas esas que se extendían hasta la Tierra. Todas esas cadenas corrían por engranajes, y por detrás de todo aquello había una FUERZA, como si fuese un “dinamo”. Había también un sonido, en sordina, como si fuese de máquinas en gran actividad.
Después de esa “vivencia”, llegué a la conclusión de que la “fuerza” que movía todo el Universo, era aquello que llamamos de Dios… Me sentí profundamente feliz por hacer parte de “todo aquello”… Sentí sensaciones de profundo placer indescriptibles, vivencié cosas que no tienen explicación lógica y racional… Aún así, aprendí a callarme sobre todo aquello, pues sabía que si lo contase empezarían a decir que no pasaba todo de fantasía mía y que yo estaría quedando loca…
Relato hecho, ya en la vida adulta, por esa mujer, al psiquiatra Jacobsen, y que este publicó en su libro ¿Vida sin muerte?
Existen otros relatos de vivencias parecidas, de muerte-transformación del ‘hombre viejo” en HOMBRE NUEVO. Entre los relatos cristianos tenemos Los cuarenta días de ayuno de Jesús en el desierto, que llevaron a Él al despertar del Cristo Interior, y de la unión de este con El Padre del Cielo. Semejante a Jesús y ocurrido de forma más lenta todavía, ocurrió la muerte – transformación de Sidarta Gautama durante años de sacrificio, y que dieron origen al aparecimiento del mítico Buda.
Ese tipo de muerte que “mata la muerte” no es hecha para los “tibios”… ¿Será que algún día yo llegaré a estar preparado para vivenciarla?
Madrugada del día 10 – V – 1997. Hacienda Matón – Alto Paraíso de Goiás.
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