sexta-feira, 19 de fevereiro de 2010

26 - LA GRACIA


Fuimos despertados de madrugada por doña Bia, la dueña de la pensión, que sufrió un ataque de dolores de los riñones. La llevamos al hospital, pero no había médico de plantón. Los síntomas son de alguna piedra en los riñones como la causante de los dolores.
Independiente del desenlace del caso, pienso en mí mismo: ¡Me siento incomodado solo en pensar que algún día puede ocurrir algo parecido conmigo!... Vivo solo y no me gusta incomodar a nadie… La Dra. Rosa ya se manifestó diciendo que cuidaría de mi si yo necesitase de ella… Tal vez, otros también lo harían aún que no lo hayan manifestado… Por el contrario, ya percibí otras personas de mi convivencia, que temen que yo esté próximo de ellas en el caso de algún problema de salud ocurrir conmigo… Temen que les ocasione algún trabajo penoso… Yo también temo dar algún trabajo o disgusto para alguien por llegar a ser incapaz de resolver algún problema que se me presentar en el futuro… ¡Ayúdame, Dios mío, haz que yo no incomode a alguien con enfermedades y muerte!... ¡Me concede la Gracia de estar a solas contigo en mis momentos finales!... El resto, quedará por la cuenta de los voluntarios espontáneos que siempre aparecen en esos casos… estos tomarán los debidos cuidados con mis restos mortales… mas, me gustaría que Dios iluminase a ellos para cumplir con alegría su tarea… ¡Quiero fiesta en vez de lloros alrededor de mi cuerpo!... La ocasión lo merece: ¡No estaré yendo para el Infierno como me hizo creer mi confesor en los tiempos de niñez, y si estaré volviendo a los brazos del Padre Eterno!... A estas alturas de mi vida tengo certidumbre de eso… ¡Gracias, Dios mío, por concederme la Gracia de creer en Ti!...
10 / X / 1998. –Alto Paraíso.

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