
Hoy recibí carta de Francia, de mi prima Maite… ¡El marido de ella falleció!...
Ella decía en su carta: El murió en mis brazos… ¡Sin dolor!... Creo que fue mejor para él, pero no lo sé con seguridad… Incineré su cuerpo y llevé sus cenizas, yo sola, para el rio en que le gustaba pescar… ¡Y allí lancé sus cenizas conforme era su voluntad!...
Gracias prima, por compartir conmigo ese momento íntimo tuyo, aún mismo que sea a distancia…
Es consolador saber que hay individuos humanos, sean mis parientes o no, que encaran lo Terrible sin se encoger…
-Querida prima, ya hace mucho que te dije, que mucho admiraba tu padre, mi tío Pedro… Éste, tú, tu marido, todos en este mundo, somos “partículas de manifestación” de Algo Mayor y Eterno, tengamos conciencia de eso o no…
Gracias también, querida prima, por traer hasta mí una idea de cómo “borrar mis huellas”, que hace algunos días atrás me preocupaba: -¡Una pila funeraria al lado de la Cruz de Bargagain, me parece en este momento una buena sugestión!...
Alto Paraíso – 9 / II / 1999.
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